viernes, 26 de junio de 2009

Universidad, conocimiento y desarrollo

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UNIVERSIDAD, CONOCIMIENTO Y DESARROLLO

Oscar A. Fernández O.
Profesor universitario e investigador académico


Lo afirmamos por enésima vez, no se puede alcanzar un nivel de desarrollo aceptable sin el uso intensivo de los conocimientos científicos y técnicos. En América Latina varios autores, entre ellos Jorge Sábato vienen diciendo algo semejante desde hace casi cuatro décadas. En el mismo sentido la CEPAL y la UNESCO en (Educación y conocimiento: eje de la transformación productiva y equidad social, 1992) reiteran su posición de varios años atrás. Durante la llamada era bipolar, tanto en el Este como el Oeste se concebía el potencial científico y técnico como un soporte fundamental pero subordinado del crecimiento económico y el progreso social.

Hoy, las grandes corporaciones empresariales que manejan el mundo para su beneficio sin dar nada a cambio, se están innovándose a través de la llamada “gestión del conocimiento” y la información con el objetivo de dominar los mercados. En el orden político, la información y la comunicación se han vuelto tan o más importantes que las decisiones partidarias o los actos de gobierno. Quién no esté bien informado y no comunica adecuadamente es invisible, afirma Pérez Lindo, sociólogo y pedagogo (Universidad, política y sociedad) Tal afirmación suena lapidaria y un tanto determinista, pero hemos de considerarla en el contexto de las grandes masas excluidas de toda información y que por lo tanto, son fácilmente manipulables. La información veraz y oportuna hoy es un derecho humano. De tal manera que ya no basta que las Universidades estén acreditadas o como en el caso de los partidos políticos, ya no sólo es suficiente obtener votos es necesario, que estas instituciones sean evaluadas constantemente sobre su ética, capacidad y eficacia educativa y política de cara al pueblo.

Actualmente, el flujo de los nuevos saberes supera los contenidos de los planes de estudio de las Universidades, siendo en El Salvador y muchos países de la región, un déficit gigantesco. La ciencia y la tecnología eran factores del desarrollo mundial en las décadas pasadas. Ahora son “agentes” del nudo crecimiento económico, sin que éste tenga efectos positivos en el progreso de los pueblos. Llegamos a la era de “la sociedad del conocimiento”, concepto que señala la centralidad que detentan la ciencia, la educación y la tecnología. Esto significa dicen los autores, que hoy se debe tener en cuenta el modo de articular el Estado, los agentes económicos, los actores sociales y el pueblo, con los que producen el conocimiento.

Al entender este panorama, también comprendemos cuando el régimen salvadoreño, empeñado en glorificar un modelo económico que nos produce estancamiento social, marginación y pobreza, decapita la inteligencia y el conocimiento científico con su planes de educación para formar una sociedad de obreros calificados y un pueblo dócil huérfano de información e intoxicado de propaganda mentirosa. La generalización del conocimiento y la información en la sociedad, le permite al pueblo desalienarse y configurar su propio futuro, situación que las oligarquías políticas y económicas no desean.

Ha surgido un entorno complejo, con una nueva estructura tecnológica que altera las funciones de la memoria, de la inteligencia y del trabajo humano. El escenario mundial es más ambiguo y catastrófico que optimista. La situación de desempleo de centenas de miles de salvadoreños y de muchos millones en el mundo es el “pan” de cada día. La marginación, la miseria y la violencia estructural no tienen precedentes en la historia moderna. Mil cien millones de personas en el mundo no tienen acceso a agua potable; 2 600 millones carecen de servicios de saneamiento; más de 800 millones son analfabetos y 115 millones de niños no van a la escuela primaria; 850 millones de seres humanos pasan hambre todos los días, según datos de la UNESCO y la OMS.

Todo esto indica que debemos cambiar inmediatamente el modelo de desarrollo, si queremos frenar lo que la UNICEF describió como un “extermino silencioso”.

El Estado salvadoreño no tiene prioridad por la educación universitaria de alta calidad y las universidades son administradas irracionalmente y de forma elitista, los salarios de los catedráticos y la infraestructura están muy por debajo de la mediocridad. Nos encontramos así, frente a paradojas que constituyen situaciones perversas. Sobran médicos y falta atención sanitaria para el pueblo; se maquilan abogados en cantidades industriales y la situación de la justicia es lamentable; abundan arquitectos e ingenieros y faltan miles de viviendas para populares; se producen miles de profesores y la educación es pésima. Esta perversa situación nos demuestra una ausencia de políticas de cómo administrar el conocimiento. La situación se nos complica cuando nos encontramos globalizados (engullidos) por el gran capital y sin disponer de un modelo de desarrollo tanto social como cultural. Estamos ahogándonos en el mar de un sistema sin metas y políticas precisas.

El mito del progreso actual es irracional, pues vivimos con una explicación fantasiosa de un modelo teórico de prosperidad que no ha demostrado su basamento científico y en la realidad se evidencia con cara de tragedia humana. Es una “verdad falsa”, sostiene el pedagogo venezolano Roberto Donoso (Mito y Educación), pues es incapaz de resistir los criterios de veracidad históricamente válidos y queda descubierto como lo que es: una fábula, un producto de la imaginación, que se nos ha infiltrado en silencio para acallar la frustración y el desaliento de las mayorías.
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