domingo, 7 de diciembre de 2014

Marxismo y Educación

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Las negrillas son para efectos de estudio.
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MARX PARA UNA EDUCACIÓN EMANCIPADORA
Oscar A. Fernández O.

“Aquellos que tiene el privilegio de saber, tienen la obligación de actuar.”
Albert Einstein

¡Volver a Marx! Viejo grito de denuncia, rechazo y hastío. Periódicamente retoma el centro de la escena cuando el conformismo, la mansedumbre, la mediocridad, la apología y la legitimación entusiasta del orden establecido amenazan desdibujar el sentido crítico de las ciencias sociales. (N. Kohan: 2005)

El trabajo intelectual de Marx ha sido leído de distintas formas. En él se incluyen obras de teoría y crítica económica, polémicas filosóficas, manifiestos de organizaciones políticas, cuadernos manuscritos de trabajo y artículos periodísticos sobre la actualidad del siglo XIX. Muchas de sus obras las escribió junto con Engels. Los principales temas sobre los que trabajó Marx fueron la crítica filosófica, la crítica política y la crítica de la economía política.

El marxismo surgió en los años 40 del siglo XIX. Las necesidades de un progreso social que había puesto al desnudo los vicios radicales del régimen capitalista, de todo el sistema de explotación, el despertar del proletariado a las luchas políticas, los grandes descubrimientos en las ciencias naturales y el nivel de las investigaciones históricas y sociales plantearon ante el pensamiento social la tarea de elaborar una teoría nueva, científica, que pudiese responder a las cuestiones suscitadas por la vida.

Entenderemos por “marxismo” a la teoría científica que expresa los intereses históricos revolucionarios del proletariado como clase social. Su producción va a estar condicionada por la existencia de esta clase cuyos intereses históricos van a pasar por la supresión de toda forma de explotación. Será el punto de vista proletario de Carlos Marx y Federico Engels, el que les permitirá producir esta teoría apoyándose, pero a la vez rompiendo con ellos, en los logros del pensamiento iluminista (Rousseau, Montesquieu, Locke, Hume) la economía política clásica (Smith, Ricardo y John Stuart Mill) la filosofía alemana (Kant, Hegel, Nietzsche y Heidegger) y el socialismo francés (Fourier, Proudhon y Saint-Simón)

Si el liberalismo había removido las bases del mundo medieval que agonizó durante la Edad Moderna, el nacimiento del marxismo sacudió hasta sus más profundas raíces el pensamiento liberal burgués del siglo XIX. Como dicen Marx y Engels en sus primeras palabras del Manifiesto Comunista: “Un fantasma recorre Europa, el fantasma del comunismo”. Nada mejor que esa frase para comprender lo que significó y sigue significando el marxismo para los intereses económicos poderosos. El poeta no se equivocaba cuando afirmaba que la vida es sueño: en efecto, desde su aparición, el marxismo ha sido la sempiterna pesadilla de quienes todavía creen en la “justicia” del capitalismo.

La aportación marxista a la educación comprende, por un lado, la conformación de una nueva teoría de la educación y, por otro, la crítica a la escuela entendida como instrumento que mantiene y sustenta las diferencias sociales. La educación se analiza dentro del contexto más amplio de la sociedad y de la política. Por tanto, las críticas principales no están referidas a cuestiones metodológicas, sino al papel que cumple la escuela más allá del aula, es decir, al contexto de las relaciones sociales. Para Marx y Engels, la escuela en el capitalismo reproduce la fábrica, ambas producen y reproducen la división social del trabajo y la división entre el trabajo físico y el intelectual. Mientras que para Max Weber, seguidor de Marx, la escuela es alienante en tanto reproduce, estructural y funcionalmente, la religión y legitima las formas de dominación de la burguesía.

Las teorías marxistas surgen en tomo a la concepción de una educación politécnica organizada junto al trabajo productivo para superar la alineación de los hombres. Marx y Engels, para elaborar su teoría, parten de la crítica a la educación unilateral o capitalista (donde hay escuelas para pobres y escuelas para ricos) a la que contraponen la formación omnilateral del hombre en igualdad de circunstancias. El hombre creador es analizado por Marx no como un ente abstracto, aislado y dotado de propiedades innatas, sino como individuo concreto, que encuentra la medida y el grado de realización de su esencia en el carácter del régimen socioeconómico en que vive y se desenvuelve.

Las concepciones educativas de Marx y Engels, al igual que las económicas, utilizan como instrumento práctico el método materialista dialéctico e histórico, realista y crítico, que parte de lo concreto, estudia los hechos y sus contradicciones y plantea la transformación de la realidad. Para lograr esta omnilateralidad del ser humano, Marx y Engels defienden que la educación ha de abarcar tres ámbitos: la educación intelectual, la educación física y la educación politécnica, mediante la cual el alumno se instruirá en los principios generales del proceso de producción y por la que entrará en contacto con los instrumentos de la industria. Hoy tendríamos que agregar la educación tecnológica, que familiariza al alumno con el uso de la informática, la telemática y la robótica, usadas por la hoy llamada globalización económica, para dirigir y controlar este sistema mundial.

Marx y Engels separan el Estado y el gobierno. De este modo, la enseñanza puede ser estatal sin estar bajo el control del gobierno. Es estatal en tanto debe ser el Estado el que legisle disposiciones generales como las referentes a la formación de los maestros, controle el cumplimiento de estas normativas y distribuya el sostenimiento de estas escuelas; pero para lo demás puede depender de autoridades locales representativas. 

Siendo la educación la reproducción y el reflejo de un determinado grado de desarrollo material de la sociedad, de las formas de propiedad existentes y de la manera cómo se relacionan los hombres para producir, resulta una actitud subjetiva el tratar de diseñar modelos educativos que nada tienen que ver con la realidad concreta, obedeciendo sólo a esquemas mentales que pueden ser aspiraciones legítimas pero ajenas a las leyes del desarrollo social. Esta manera de plantear las cosas cae en la utopía voluntarista y es preciso comprender que las sociedades no se comportan según el buen deseo de los hombres, sino de acuerdo a leyes objetivas que rigen el curso de su desarrollo, aunque la influencia de los ciudadanos es importante.

El proyecto educativo emancipador salvadoreño deberá plantear una educación "revolucionaria y transformadora", dentro de una sociedad clasista donde impera la opresión y la exclusión social, que han convertido nuestro país en un nido de violencia incontrolable; donde la clase dominante, precisamente por ser la poseedora de la gran propiedad privada de los medios de producción y acaparadora de la riqueza que produce la nación, explota, discrimina y somete a las clases oprimidas, aunque la administración del Estado –como en el caso presente- esté en manos de corrientes progresistas y de alguna influencia revolucionaria, que no termina de cuajar.

Según Paolo Freire (1921-1997) filósofo y pedagogo, humanista cristiano, es suficiente cambiar la conciencia de los hombres para terminar cambiando materialmente la sociedad. Sin duda toca un punto importante y por demás capital en la lucha contra el dominio burgués. Pero la naturaleza y complejidad del problema indica que es preciso cambiar primero la estructura económica de la sociedad --a esto se llama "cambio estructural"-- que, en nuestro caso, consiste en un proceso para consolidar la propiedad social de los medios de producción, y volver a la posesión de las empresas públicas que fueron privatizadas.

Es cierto que, en determinado momento del desarrollo social, cuando se han cerrado todas las puertas para un ulterior crecimiento de las fuerzas productivas de la sociedad, las expresiones súper-estructurales y entre ellas la educación, se rebelan contra la estructura económica caduca para transformarla radicalmente, en última instancia en esto consiste la revolución social. Este desarrollo desde la perspectiva liberal burguesa sin embargo, no tiene nada que ver con el planteamiento educativo que apunta a la transformación de un nuevo modelo educativo liberador, sino que se trata de un intento más de maquillar un capitalismo salvaje que está arrastrando al conjunto de la humanidad a la barbarie, aún y cuando insistan en apropiarse de las banderas de la libertad y la justicia, el nuevo discurso enclenque y oportunista de la oligarquía burguesa.

Creemos, por el contrario, que la tarea de transformación nos corresponde a quienes fungimos de transmisores del conocimiento. Es a nosotros que cabe pedir –y acaso exigir- una analítica crítica (histórica y socialmente situada) de la educación que derive en la verdadera emancipación humana, como diría Marx, o en la verdadera utopía liberadora, como diría Freire.

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martes, 2 de diciembre de 2014

La UES y su Compromiso Histórico

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Las negrillas son para efectos de estudio.

RESCATAR LA UES: UN COMPROMISO HISTÓRICO
Oscar A. Fernández O.

"La desvalorización del mundo humano crece en razón directa de la valorización del mundo de las cosas." Carlos Marx. (Manuscritos económicos y filosóficos 1844)

La Universidad de El Salvador deber volver a ser la más importante fuente de formación ética de la sociedad y como organismo público autónomo, compensar su misión batallando por la igualdad de todos ante la cultura

Y es que los universitarios estamos obligados a creer en la fuerza de las palabras, de las ideas y de los conceptos por encima de la fuerza irracional de las armas y los dogmas; creer en la fuerza creadora del significado por encima de las desmesuras del poder; creer en la fuerza de la reflexión humanista por encima de cualquier fanatismo político, religioso o moral; creer en el análisis y la comprobación por encima de la aceptación obediente de consignas. Somos enteramente críticos frente a los hechos, por más obvios que parezcan.

Debemos creer y luchar, en suma, por una Universidad comprometida con el desarrollo del pueblo, que albergue el pensamiento crítico emancipador y democrático, y lo ofrezca generosamente a la comunidad.

Esta es nuestra tarea: pensar, ayudar a pensar, educar en la razón y en la libertad, imbuir el espíritu de honradez intelectual, crear y recrear expresiones de cultura, formar personas éticamente responsables y lograr que la educación sea el medio por excelencia para la edificación de una sociedad democrática y humanista.

No son pocos ni menores los problemas que gravitan sobre la enseñanza pública y sobre la UES. Junto a las dificultades propias de una globalidad económica y cultural que avasalla los espacios locales y nacionales, también afrontamos incomprensión, recelo, suspicacia y temor.

Para dar respuesta, es preciso formar una comunidad universitaria sólida y solidaria; es preciso fortalecer la presencia de esta comunidad académica en la sociedad, en las instituciones públicas y privadas, pero particularmente es de primer orden que la docencia, la extensión y la investigación correspondan con el desarrollo social necesario para el país. La Universidad debe salir en defensa de los cambios profundos que necesita El Salvador, en pro de la justicia, la libertad y la igualdad.

La defensa de la Universidad Nacional, no ha de ser una argumentación aislada, una reiteración de frases hechas, sino un sistema bien ordenado de razones y argumentos basados en la seriedad académica, en el pensamiento político de avanzada, en la calidad de alumnos, maestros e investigadores, y en los valores que tiene una educación emancipadora.

Sobre todo en épocas de crisis e incertidumbre, no hay mejor inversión que la destinada a la educación. Por tanto, la defensa responsable de la Universidad es la defensa de la civilización y la cultura, la defensa de la democracia popular y sus valores, particularmente el diálogo, la tolerancia, la igualdad y la participación.

Nuestra propuesta general es que consolidemos la presencia de la comunidad universitaria en el desarrollo cultural y social del Estado salvadoreño que en esencia debe ser el pueblo organizado; que la fortalezcamos mediante la generación de conocimientos, prácticas y valores que hagan de la cultura un bien público.

Necesitamos reiterar el proyecto de una Universidad socialmente pertinente, financieramente viable y públicamente responsable. Para ello debemos desarraigar mitos,uno de ellos, la inadecuada comprensión del principio de autonomía. Este debe ser asumido no como extraterritorialidad, sino como el derecho de autogobierno al servicio del país, con la conciencia añadida de que no hay derecho sin responsabilidad, esto es, no hay autonomía razonable sin rendición de cuentas obligada. Y esa no es únicamente una rendición de cuentas financiera o funcional, sino también moral y cívica: la autonomía de la Universidad, que hay que defender, debe protegerla también de la colonización de los claustros por ideologías ciegas e intolerantes y por intereses políticos minúsculos que, paradójicamente, terminan alejando a la Universidad de su preocupación por la cosa pública y divorciándola del pueblo

Tenemos, en primer lugar, un compromiso con la educación científica. Comprender los fines, definir los medios y manejar adecuadamente los recursos, son los conceptos que delimitan nuestra responsabilidad y fortalecen la verdadera autonomía universitaria. Tenemos, desde luego, un compromiso con la gestión de recursos para que la Universidad cumpla dignamente con sus fines y garantice la satisfacción de sus obligaciones laborales.

En este sentido, es preciso responder con una administración ordenada y transparente; es preciso revisar la estructura administrativa y las funciones, adecuar los espacios, erradicar inercias, deshacer burocratismos y desmantelar prácticas arbitrarias; es preciso renovar el espíritu de comunidad, mover las voluntades dispersas y articularlas en torno de grandes objetivos, despertar el gusto por la lectura, la seriedad de la investigación, el hábito del diálogo y el debate; promover la acción política y motivar la generosidad del conocimiento, haciendo de la Universidad una Institución abierta al tiempo y al mundo.

El liderazgo de la autoridad universitaria deberá propiciar el entusiasmo por la enseñanza y el aprendizaje, por la investigación compartida, por la extensión del conocimiento, por la difusión de la pluralidad cultural, por el humanismo, el pensamiento crítico y la solidaridad, para ayudar a construir una sociedad consolidada en los valores de la convivencia pacífica, la igualdad y la justicia.

Superar el lamentable estado en que se encuentra nuestra Alma Mater, exige reconocer que en este momento no tenemos un modelo de universidad que haya sido el resultado de un cuidadoso diálogo entre Estado y sociedad. Existen los residuos dejados por la decadencia de un modelo anterior y, de otra parte, los nuevos aditamentos de un pseudo-modelo nuevo, resultante de una visión oportunista o, en el mejor de los casos, irreflexiva y cegada por el fetichismo empresarial. Debemos, pues, reconocer la necesidad de plantear un modelo distinto que rompa con ciertos mitos paralizantes para así revitalizar a la UES. 

Nuestra convocatoria es que iniciemos una reflexión sobre la Universidad Nacional para una nueva sociedad democrática; una reflexión sobre la presencia que ella debe tener en un mundo abierto, complejo e incierto; una reflexión sobre el potencial que tiene la ciencia, el arte y la educación en la construcción de una sociedad menos injusta.

Tenemos un compromiso con las reformas políticas y sociales del Estado, en especial con aquellas que refuercen la distribución equitativa de recursos y un nuevo marco de relaciones entre la sociedad y las instituciones públicas.Tenemos un compromiso en materia de planeación, vigilancia y evaluación del desarrollo integral del Estado. Es mucho lo que la Universidad puede aportar en la determinación de prioridades y en los modos de atenderlas. Hagámoslo!

El desafío humanista de la Universidad es el liderazgo de la inteligencia de una sociedad en movimiento y transformación permanente.

Pero entendamos que ninguna propuesta puede ser válida, sin tomar en cuenta nuestra historia y nuestras mejores tradiciones.En ese marco se inscriben estas líneas, que apenas garabatean la posibilidad de otro futuro para la UES, el cual debe repensarse y rehacerse en un tiempo histórico caracterizado no tanto como época de cambio sino, más bien, como cambio de época.
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