miércoles, 8 de mayo de 2013

RECORDANDO MAYO DEL 68

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RECORDANDO MAYO DEL 68 

Oscar A. Fernández O. 

"Nuestra esperanza sólo puede venir de los sin esperanza." 
Ciencias Políticas. Sorbona. 


La crisis de mayo de 68 en Francia surge al término de una década de prosperidad económica sin precedentes. Sin embargo, desde hacía un año se manifestaban los primeros síntomas serios de un grave deterioro de la situación económica. El número de desempleados aumentaba de forma notoria, y al empezar 1968 ya eran 500.000. La juventud se veía particularmente afectada, y las circunstancias habían llevado el gobierno a crear en 1967 la ANPE (Agence Nationale pour l'emploi). La crisis industrial amenazaba ya a muchos sectores, y la larga huelga de los mineros de 1963 había sido muestra del profundo malestar de la minería francesa ante un declive imparable. En 1968, dos millones de trabajadores cobraban el SMIG (Salaire mínimum interprofessionnel) y se sentían excluidos de la prosperidad. Los sueldos reales empezaban a bajar y crecía la preocupación por las condiciones de trabajo. 

En las afueras de las grandes urbes, unas extensas comunidades marginales (los bidonvilles), se habían extendido desde mediados de la década de 1950. El más poblado, el de Nanterre, alcanzaba los 14.000 habitantes en 1965 y se encontraba justo enfrente de la universidad donde iban a surgir los primeros movimientos contestatarios estudiantiles 

Mayo del 68 fue el crisol en el que se fundieron todos los síntomas del malestar que arrastraba la sociedad francesa. De una parte, la nueva conciencia social de determinados sectores de las clases medias que fueron atraídas por las tesis tercermundistas desde el conflicto de Argelia (1954-1962), y que habían encontrado su proyección en la guerra de Vietnam. Por otra, el creciente distanciamiento de amplios sectores de la sociedad francesa, respecto del régimen paternalista, y con fuertes ribetes autoritarios del general Charles De Gaulle. Pero al mismo tiempo el alejamiento respecto de la izquierda tradicional, representada fundamentalmente por el Partido Comunista Francés, que se mostraba anclado en una posición acomodaticia dentro del orden social establecido después de la Segunda Guerra Mundial. 

El movimiento francés de 1968 encuentra su precedente histórico en la Comuna de Paris (1871). Esa efímera conquista de los obreros franceses dejó sentados los principios autogestionarios (sujeción a la decisión de concejos y asambleas) que habrían de servir de base a la organización estudiantil un siglo más tarde. La movilización que despertó en Francia a raíz de la guerra de Argelia, sensibilizó fuertemente a la sociedad; y dejó el terreno fértil para el surgimiento de una Nueva Izquierda (Nouvelle Gauche). 

El 3 de mayo de 1968 la Universidad de la Sorbona de París hervía, los estudiantes de Nanterre habían intentado participar en la manifestación obrera. La policía intervino con lujo de fuerza y el edificio fue desalojado. Los estudiantes invadieron el Barrio Latino, y en la noche del 3 al 4 de mayo las calles se llenaron de barricadas y enfrentamientos con la policía. 

Ante la persistencia de la agitación estudiantil, las grandes centrales sindicales llamaron a la huelga general bajo el lema "alto a la represión, libertad, democracia, viva la unión de obreros y estudiantes". Mientras, la modernización imponía el consumismo y los salarios se volvieron insuficientes. 

Se abría una nueva dinámica en la que los obreros se incorporaban a la asonada de los estudiantes. El 25 de mayo, se mediatizó la lucha con los acuerdos de Grenelle, que recogían la aprobación de un salario mínimo garantizado y el reconocimiento de ciertos derechos sindicales. Se considera que mayo del 68 fracasó como revolución pues no se produjo la sustitución radical del viejo orden político.

Sin embargo, no se puede reflexionar sobre el significado de esta revuelta reduciéndola a un país, aunque fue en Francia donde fue más intensa, desembocó en una huelga general. En ese sentido, existe entonces una especificidad francesa del 68, pero ésta se inserta en el marco de un movimiento más general (V. Laurent: 2009) 

Así, sumada a la rebelión iniciada en Nanterre, la primavera de Praga y la masacre estudiantil de los estudiantes mexicanos en Tlatelolco, se evidenciaba que la agitación social estaba la orden del día y se extendía hasta el corazón del imperio norteamericano contra la guerra de Vietnam y la lucha por los derechos civiles. 

Básicamente, el movimiento de los estudiantes de los años 60 era de carácter más bien pequeño burgués, siendo unos de los aspectos más claros, además de su tinte anarquizante, la voluntad "de cambiar la vida ¡ya!", la impaciencia y el inmediatismo, o sea los precintos de garantía de una capa social, la pequeña burguesía, sin el menor futuro a escala de la historia, ni de lucha de clase. 

El radicalismo "revolucionario" de la vanguardia del movimiento, incluido el culto de la violencia promovido por algunos de sus sectores, es también otra ilustración de su carácter pequeñoburgués ([10]). De hecho, las preocupaciones "revolucionarias" de los estudiantes de 1968 eran indiscutiblemente sinceras, a pesar de que muchos fueran tercermundistas o antifascistas. Tenían una visión romántica de la revolución, sin la menor idea del proceso real de desarrollo del movimiento de la clase obrera que implica. En Francia, para los estudiantes que pensaban ser "revolucionarios", el movimiento de Mayo de 68 era ya la Revolución, y las barricadas que se levantaban día tras día eran las herederas de las de 1848 y de la Comuna de París de 1871

Cuarenta y cinco años después, la crisis del sistema expoliador –sistema al que Churchill llamó el menos malo de los existentes– parece hoy ir en aumento y la tragedia que vive la gente augura un horizonte inmediato de violencia. Lo importante es que los “alzados” de hoy entiendan que esto es el reflejo de una lucha de clases y no de formas que se corrigen inyectándole al capitalismo un “poco de humanidad.” 

La actual irrupción de las luchas de masas en los centros de poder mundial (Europa-USA) sería incom­prensible si no existiera un descontento profundo e irreprimible entre los trabajadores, provo­cado por la realidad cotidiana de la existencia proletaria, hoy más precaria que nunca.
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