miércoles, 2 de abril de 2008

Universidad necesaria o empresa de "conocimiento"

Del Doctor Carlos Buezo, recibimos estos artículos, que bien podrían hacernos "poner nuestras barbas en remojo" sobre el papel de la Universidad que teníamos y la que tenemos. La UES, ejemplo latinoamericano y probablemente ejemplo mundial de la Universidad Necesaria, de la Universidad Comprometida, es ahora solamente una sombra de lo que fué. Y no nos referimos a la participación política institucional en las décadas del 70 y del 80 del siglo XX, que dejó a la UES con cuatro intervenciones militares en su campus, centenas de universitarios desaparecidos o asesinados; nos referimos a su participación académica que brilló en la intelectualidad de la época, con producciones teóricas.

Dice el Dr. Buezo:

"Estimados colegas de AFEAAC:

Les transcribo un interesante artículo del profesor Maynor Mora, un joven académico de nuestra facultad, quien nos aporta al debate sobre la "universidad necesaria" , un slogan con el que es conocida la Universidad Nacional de Costa Rica. Mi deseo es que contribuya a reflexionar sobre el tema de las universidades públicas. Reciban mi afectuoso saludo.

Carlos Buezo Cruz

UNA - Costa Rica"

A continuación el artículo:

Universidad necesaria o empresa de “conocimiento"

El pasado

No todo pasado fue mejor. Las universidades en el mundo nacieron a contrapelo de las viejas ideas sobre la educación. A muy pocos gustaba la idea de la educación en general y la universitaria en particular tendiera a generalizarse y a llegar a lugares sociales donde nunca había llegado. El saber era peligroso y la ignorancia en extremo propicia para el poder. La educación no calzaba, por ello, con la idea de que la sociedad estaba dividida y que, en cuanto mayor división, mejor para mantener un orden social desigual y fructífero para los intereses de una minoría poderosa y arrogante, que se adjudicaba el control y la dirección de la sociedad.

Aún así, las universidades del siglo XIX e incluso avanzado el siglo XX, fueron refugio del saber sólo para algunos pocos elegidos y elegidas, muchos de ellos representantes de la élite política. Sin embargo, esta idea de “refugio del saber” no es gratuita.

En el caso de América latina, las universidades constituyeron un semillero fértil para la producción de nuevo conocimiento y no únicamente para la enseñanza en sentido restringido.

Desde las universidades se gestaron nuevos modelos de sociedad que luego sirvieron para impulsar fuertes procesos de transformación de la realidad social.

La universidad se constituyó en gestora del cambio. Ella misma representaba un ideal de libertad y de transformación progresista.

Mientras tanto y lentamente, su proyecto y su misión, calaban en el imaginario social y llegaban a otros sectores sociales que antes no tenían acceso al claustro universitario.

En Latinoamérica y, concretamente, en Costa Rica, la década de los 70 marcó un nuevo significado para la Universidad. Viejas aunque vigentes herencias, caso de Córdoba, el mayo francés y las revueltas universitarias generalizadas en Europa y Estados Unidos durante los 60 y 70, marcaron a la Universidad para siempre.

Ya no quedaba duda de que la Universidad pertenece a la sociedad y que esta pertenencia no resulta gratuita ni éticamente irresponsable. Excluirse de participar de los procesos de cambio y mejoramiento de la sociedad no era ni es pensable.

Esto marcó, sin duda, la idea de la Universidad Necesaria, que constituye, por ejemplo, la base ideológica de la Universidad Nacional de Costa Rica.

La creación de nuevas universidades bajo esta concepción de libertad y participación social, influyó en las tareas de enseñanza, investigación y extensión, como funciones de la actividad universitaria.

La Universidad latinoamericana se ha movido en las últimas décadas bajo esta tríada que expresa su misión e ideales: enseñar para mejorar el bienestar del individuo y de la sociedad en su conjunto, investigar para conocer la realidad y transformarla, participar para impulsar un proyecto político participativo de cambio desde los diversos actores sociales. En definitiva, bajo la idea de una Universidad socialmente comprometida.

El presente

El presente no resulta propicio para la crítica.

Hoy en día se ha generalizado por doquier el espíritu empresarial. Esto no sería negativo si dicho espíritu se limitara a la empresa, cuyo fin primordial y natural es producir y vender.

No obstante, cuando el espíritu empresarial invade el Estado en general y la Universidad en particular, es necesario que resaltemos ese hecho como impropio.

La Universidad no tiene por qué vender ni producir como la empresa. Primero porque evidentemente no es ni debe ser tal cosa.

Segundo, porque su misión es otra: contribuir con el impulso del conocimiento y el cambio dentro de la sociedad.

A lo largo y ancho del planeta, las universidades, incluidas las nuestras, las latinoamericanas, están cambiando, influidas por el modelo empresarial y una nueva ideología que defiende la mera reproducción del orden social global, sin crítica alguna ni propuesta de alternativas.

Para estas nuevas ideologías, centradas en la innovación sin límites, la enseñanza masificada y la venta de ideas comerciales, la Universidad es idéntica a las demás empresas, con la única salvedad de que su “producto”, sus “clientes” y su”gestión” son específicos y, por ende, diferentes a los de las demás empresas.

Pero en esta especificidad radica, precisamente, el nuevo negocio de la “enseñanza superior”: el saber vale y el saber producido y transmitido por la Universidad vale mucho más que otras formas del saber. El saber constituye hoy en día un negocio, es decir, un “producto”. Bajo una fuerte y “re-ingeniaría”, las universidades aparecen como las “empresas del futuro” y, por ello, con un gran y reconocido “futuro”.

¿Qué ha pasado en estos años, que explique esta transformación en los ideales de la Universidad? ¿Cómo ha sido posible tal cambio en la utopía universitaria? ¿Por qué la Universidad abandona sus fundamentos y su filosofía?

Ante todo es evidente que la realidad social y política ha cambiado y que, aunque conflictivas y desiguales todavía, nuestras sociedades se han embarcado en procesos de integración social cuyos defensores son poco dados a plantear alternativas o modelos políticos enfocados a la igualdad y el bienestar de los diferentes sectores sociales. Con ello, ocurre cierta naturalización del orden y de la historia.

Todo lo que se hace hoy en día, incluido el trabajo y función de la Universidad, tiene como meta “integrarse”, producir y cantar loas al “desarrollo” y la “globalización”, sin que se tenga claridad sobre cuáles son y cuáles serán las consecuencias.

No resulta extraño tampoco que actualmente se defienda a capa y espada ciertos conocimientos, sobre todos los que llevan a la “innovación”. Este nuevo término enuncia, en gran medida, la ideología de la Universidad actual.

En otro tiempo, la ciencia pretendía el saber “sin más”, esto es, la explicación de las condiciones objetivas de la realidad, tanto desde el marco de las ciencias físicas como desde las ciencias sociales, con el fin de acercarse cada día más al ideal de Verdad.

Hoy, en cambio, prima la dictadura de lo “nuevo” y siempre con el adjetivo “aplicado”, esto es, aplicado a alguna área de un mundo concebido como una gran tela sobre la que es posible marcar sin ningún límite la impronta de la voluntad. De un mundo que deseábamos conocer para garantizar el bienestar humano hemos pasado a un mundo creado a punta de “innovación” y falso progreso.

El futuro

El futuro será en parte lo que nosotros hagamos de él, es decir, será en parte lo que imaginemos hoy en día.

Para poder construir una sociedad justa y equitativa es necesario que la Universidad contribuya también con la justicia y la igualdad.

La justicia sólo aparece donde el saber y el conocimiento muestran el camino, donde la Verdad de verdad nos haga libres.

Lejos del saber y del conocimiento, no existen opciones que puedan llevar al bienestar de la sociedad, sobre todo aquellas ligadas con la defensa de la equidad y el mejoramiento general de las condiciones de vida de las y los ciudadanos.

Esta función de saber para la justicia, pasa obligatoriamente por la del saber en general y el conocimiento del mundo. Sobre todo, en un momento en que ocurre una hiper-especialización técnica del conocimiento, la cual, muchas veces, no deja lugar a la integración y la participación de las humanidades, tal y como lo entendieron los clásicos.

Frente a esto no sólo son necesarias especialidades técnicas que respondan a las condiciones de evolución del conocimiento, sino también las disciplinas críticas que otrora fueron fundamento de la institución universitaria, es decir, la filosofía, la historia y la literatura. A las que se suman las artes, las ciencias sociales y, en general, todas las disciplinas artísticas y científicas comprometidas con el bienestar de la sociedad y la Naturaleza.

Imaginar, proponer y construir la Universidad Necesaria para el futuro pasa por reivindicar la Universidad que hemos tenido. No sin plantear necesarias críticas. No sin tomar en cuenta las transformaciones de la realidad actual. Pero tampoco defendiendo tales cambios como si fuesen parte de un destino inevitable y como si más allá de ellos no existiese opción alguna ni mundo posible.

La Universidad puede seguir siendo “cabeza pensante” de la sociedad, siempre y cuando su función recaiga en la búsqueda del conocimiento y en la búsqueda de opciones de convivencia que no olviden ni nieguen las condiciones desiguales bajo las que se ordena injustamente el mundo actual.

La Universidad es y seguirá siendo Necesaria, en la medida en que su relación con la sociedad sea de contribución con quienes viven en la pobreza, la violencia y la desigualdad; con quienes, en definitiva, no tienen opciones, con la Naturaleza, con un ambiente sano y un mundo social y humanamente justo.

Maynor Antonio Mora

Académico

Escuela de Sociología

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